… tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad… —Hechos 8:21-22
A la hiedra venenosa le encanta nuestro jardín. Esto lo aprendí a la fuerza. Aunque trataba de tener cuidado, toqué la planta y terminé con un desagradable sarpullido que me hacía picar.
La hiedra venenosa se parece a muchas plantas inofensivas y crece junto a algunas sumamente hermosas. Una jardinera no podía explicarse por qué aparecía este tipo de hiedra cada vez que podaba las rosas. Más tarde descubrió que una parra de esta hiedra se estaba aprovechando del cuidado amoroso con que ella atendía su rosal.
Algunas personas son como las plantas tóxicas. Aparentan ser inofensivas e incluso se entremezclan con personas que, como las rosas, son fragantes y hermosas.
Simón el mago concuerda perfectamente con esta descripción. Siguió a Felipe y fue bautizado, pero después quiso comprar el don de imponer las manos sobre las personas para que recibieran el Espíritu Santo. Pedro se horrorizó ante su pedido y lo instó a que se arrepintiera (Hechos 8:22).
A veces la gente usa el entorno propicio de una iglesia saludable como una red para alcanzar propósitos egoístas. Como la hiedra venenosa entre las rosas, causan mucha tristeza. Al igual que Simón, el que haga algo así debe arrepentirse, y todos aquellos que lo rodean tienen que evitar el contacto con esa persona. Los imitadores espirituales parecen buenos, pero su «fruto» es tóxico.
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