En el libro de Eclesiastés hay una pregunta que quiero que medites: ¿Qué provecho saca el que hace algo, de aquello en que se afana?, es decir, ¿Qué sacas con querer tanto aquello si te estás haciendo daño por querer obtenerlo? ¿Qué vas a lograr estresándote por lograr tus “metas” si estás dejando de lado lo que realmente importa?
Hay veces en que queremos tanto algo que nos olvidamos de todo lo demás, nos afanamos, nos stresamos por lograr lo que deseamos. Dejamos que ese deseo se incruste tanto en nuestro corazón que a veces hasta nos olvidamos de Dios. No es malo tener deseos de tener cosas o de surgir en tu trabajo o en los estudios, lo malo es el afán que produce en ti aquello, lo malo es que te olvides de Dios.
El Apostol Pablo también hace referencia a esto, cuando dice que nos fijamos en las cosas que se ven que son pasajeras, en ves de fijarnos en las que no se ven, las que permanecen.
El mundo de hoy es tan inconsistente e insustancial que solo cuando tocas fondo reconoces lo equivocado que estas. "Esta vez quiero evitar que toques fondo y abrir tus ojos antes" Te dice Dios. No te preocupes, no te afanes, no te estreses. Nada vale la pena en el mundo si no tienes a Dios. Puedes tener mil riquezas pero sin Dios no vales nada. Y puedes ser el más pobre del mundo pero si en tu corazón el que reina es Dios tienes una vida eterna y sobreabundante en los cielos.
Saca todo lo del mundo q hay en tu corazón, dile a Dios que te ayude a mirarte como él lo hace y que te muestre cuánto hay de afán en ti, para que lo saque.
- Todo tiene su tiempo y todo tiene su hora.
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