George Smith, de Vancouver, Canadá, joven de diecinueve años con un cuerpo atlético y una mirada inteligente, saltó de la cama. Corrió al baño y se metió bajo la ducha. Se jabonó y se enjuagó a conciencia. Salió de la ducha y se lavó las manos escrupulosamente, poniendo atención especial a las uñas. Luego, durante el día, repitió la misma operación decenas de veces.
Padecía de trastorno obsesivo-compulsivo. Veía microbios por todos lados. Se lavaba las manos hasta cien veces en un solo día. En un momento de negra depresión, se puso un rifle calibre 22 en la boca y disparó. Pero no murió. En vez de eso, el disparo lo curó del trastorno. «Es la primera vez en mi vida —dijo el doctor Leslie Solyom— que observo que alguien se sane de una neurosis disparándose un tiro a la cabeza.»
He aquí el caso extraño de un joven que había sucumbido a la neurosis de la contaminación. Se imaginaba microbios en todas partes. Lo habían despedido del trabajo y no podía seguir estudiando. Hasta que un día intentó suicidarse. Se puso en la boca el cañón de un rifle y disparó. La bala hizo que volara aquella parte de su cerebro en la que estaba asentada su neurosis. ¡De modo que se operó a sí mismo, y con una bala!
«No es una terapia que se le debe recomendar a nadie —comentó el doctor Solyom—. Los que pretenden solucionar los problemas de su vida con una bala de plomo, o con una dosis de cianuro, o arrojándose de un décimo piso, lo más probable es que encuentren la muerte y no la cura.»
El doctor Solyom tenía razón. La cura no está en las balas ni en los venenos, como tampoco en el alcohol ni en las drogas. No está en nada que podamos hacer nosotros mismos, ya sea deliberada o fortuitamente. Lo que muchos, como George Smith, no saben, es que, además de acudir a profesionales como el doctor Solyom, hay una manera segura de librarnos de trastornos, neurosis, fobias, complejos y demás psicopatías y males del alma. Cualquiera que sea nuestra condición en esta vida, podemos acudir al Psiquiatra divino para que nos recete el tratamiento adecuado. Dios nuestro Creador es el diseñador de nuestro complejo sistema nervioso, y Él sabe exactamente cómo arreglarlo cuando se descompone.
Mediante su poder divino que opera impulsado por su amor bendito, Dios tiene el remedio necesario para curarnos de todo mal que jamás pudiera azotarnos. Pero conste que todos, incluso los más neuróticos, podemos entrar en su consultorio con toda confianza para recibir su ayuda. Y Él sabe lo mucho que la necesitamos. Por eso dijo: «No son los sanos los que necesitan médico sino los enfermos.»1 No esperemos un día más. Acudamos hoy mismo a nuestro Médico divino. Él es el único que puede sanar las heridas del alma.
Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
www.conciencia.net
BENDICIONES
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Bienvenidos todos los comentarios que sean de edificación. Muchas bendiciones a todos.