En la familia me ven tal como soy. Conocen mi cara oculta, pues me ven todos los días. ¡Bueno!, podría ser mejor, pero cada uno tiene sus defectos.
En mí mismo soy tal como me conozco. ¿Cómo alcanzar mi ideal y satisfacer las exigencias de mi conciencia? Aun cuando soy indulgente para conmigo, veo que no soy perfecto; sin embargo, comparado con los demás…
Finalmente soy tal como Dios me ve: “No hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4:13). “No hay justo, ni aun uno”. Todos pecamos. Yo soy pecador. ¿Puedo cambiarme? “¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas?” (Jeremías 13:23). No, pero así como Dios me conoce, prueba su amor por mí en que siendo yo pecador, Cristo murió por mí. Tal como soy, Dios me ama y me dice: “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados” (Isaías 43:25).
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